Los líderes mundiales de la salud pública han ignorado a menudo los accidentes como riesgos para la salud, pero son ya la tercera causa de muerte
A escala mundial, los accidentes de tráfico matan a más gente que el sida; las caídas acaban con casi el triple de personas que los tumores cerebrales; los ahogamientos se cobran más vidas que las muertes durante el parto; y tanto los incendios como el envenenamiento cuentan muchas veces con más víctimas mortales que las catástrofes naturales. En 2013, el número total de muertes por lesiones involuntarias combinadas ascendió a 3,5 millones de personas. Solo los infartos y los derrames cerebrales acabaron con más vidas.
Estos hallazgos, publicados a finales del año pasado en la revista médica británica The Lancet, se recogen en el estudio Carga mundial de morbilidad, una colaboración internacional dirigida por el Instituto de Medida y Evaluación Sanitaria de la Universidad de Washington, donde se analiza la cifra de muertes anuales por 240 causas, entre hombres y mujeres de 20 grupos de edad y 188 países. El proyecto no es un mero entretenimiento morboso. Si miramos detrás de los resultados en los primeros puestos, también veremos enormes variaciones entre países de un nivel económico similar, lo que, en realidad, constituye una buena noticia: significa que algunos países han descubierto una forma mucho más eficaz para frenar las muertes accidentales, y que otros podrían seguir sus pasos.
En Francia y España, según los autores del proyecto, los accidentes de tráfico se cobran prácticamente el mismo número de víctimas, pero los franceses tienen el doble de posibilidades de morir por una caída, aun cuando se ajusta el resultado a la población del país, más anciana. En Reino Unido y Estados Unidos, las muertes por caída son casi equivalentes, pero más del doble de estadounidenses mueren por envenenamiento, un resultado también ajustado a las diferencias de edad. ¿Por qué?
Si Rusia pudiese imitar a Brasil, reduciría en un 80% la tasa de mortalidad estandarizada por edad (TME) per cápita a causa de incendios. Si India pudiese copiar a China, la TME per cápita por ahogamientos disminuiría un 30%. ¿Cómo?
Ahogamientos
El estudio no responde directamente a estas preguntas, pero deja claro dónde empezar a buscar unas prácticas más eficaces. Los países pueden ver, muchos por primera vez, dónde aparecen en cabeza y dónde a la cola, y luego pedir consejo a otros países similares, o viceversa. La prevención de accidentes podría beneficiarse considerablemente, pues hasta ahora los líderes mundiales de la salud pública han ignorado a menudo los accidentes como riesgos para la salud, para concentrarse en las principales enfermedades.
Veamos los ahogamientos, por ejemplo. Durante décadas, han estado entre las 20 principales causas de muerte en el mundo, pero la Organización Mundial de la Salud no le dedicó su primer informe hasta noviembre de 2014.
Entre las estrategias de prevención eficaces encontramos las clases de natación, el abastecimiento de chalecos salvavidas, el cercado de zonas contiguas a las aguas abiertas y la formación de los servicios médicos de emergencia. Las muertes por ahogamiento también suelen descender a medida que los países se urbanizan y los ingresos y la educación aumentan. Según el estudio, China, que además de vivir un proceso de urbanización puso en marcha programas de prevención, vio caer en picado las muertes por ahogamiento, de 190.000 en 1990 a 64.000 en 2013. En India, esta misma causa apenas varió, pasando de las 91.000 a las 88.000 víctimas en ese periodo. David Meddings, epidemiólogo y editor ejecutivo del informe de la OMS, apunta que la caída en China podría reflejar parcialmente cambios en la forma de catalogar las muertes, pero que aun así la mejora es notable.
“No sé por qué en India no han descendido los ahogamientos a pesar de haberse producido un desarrollo económico”, añade Meddings.
Incendios
El progreso en la reducción de las 237.000 muertes anuales por incendios en todo el mundo es igual de variable. Tiene sentido que haya más rusos que brasileños que mueran por culpa del fuego, pues los inviernos son crudísimos en Rusia y muchos incendios se originan por culpa de los calefactores. Sin embargo, el clima no explica por qué la TME por incendios se redujo a la mitad entre 1990 y 2013 en Brasil, según las cifras del estudio “Carga mundial de morbilidad”, mientras que en Rusia, donde más de 10.000 personas mueren cada año por ese motivo, no bajó en absoluto.
La mayor categoría de accidentes mortales son los que se producen en carretera
“Las infraestructuras obsoletas, como edificios de madera con ventanas con barras y calefactores chispeantes, son la causa principal”, explica Vasiliy Vlassov, epidemiólogo de la Universidad Nacional de Investigación de la Escuela Superior de Economía de Moscú y colaborador en el nuevo informe. “Cada invierno tenemos casos de pequeños hospitales o instalaciones rurales para ancianos consumidos por el fuego. Docenas de personas mueren en un momento”.
Si ponemos a los políticos ante los datos mundiales y ven lo que están haciendo otros países, explica Vlassov, hay más probabilidades de que tomen las medidas oportunas. “En Rusia, por ejemplo”, dice, “hace casi dos años se introdujo una legislación muy estricta sobre el tabaco, que prácticamente ha desaparecido de los lugares públicos”.
Envenenamientos
Los envenenamientos se cobran menos víctimas a escala mundial que los ahogamientos o los incendios —unas 98.000 en 2013—, pero aún son una importante amenaza para la salud, responsable de unas 2.200 muertes al año en Estados Unidos según los datos del estudio. El enigma es por qué la TME por envenenamientos en Estados Unidos es tan superior a la del Reino Unido.
“¿Es porque tenemos un mayor acceso a productos que otros países han bloqueado?”, se pregunta Jay Schauben, toxicólogo clínico, director del Centro de Información sobre Venenos de Jacksonville y presidente de la Asociación Estadounidense de Centros de Control de Venenos. “¿Es porque vendemos productos que otros países han prohibido? ¿Es una diferencia en el sistema de salud, o está motivado porque la gente tiene miedo de pedir asistencia médica debido a su coste, y por tanto se queda en casa y muere? ¿Es una diferencia en los patrones de conducta y de la población?”.
Cualquiera de estos factores —o todos— podría explicar la enorme diferencia en el número de envenenamientos, dice Schauben, que no está vinculado al proyecto . También podría deberse a los diferentes estándares para catalogar las causas de muerte. “¿En cuántas muertes por causas desconocidas los forenses examinan lo bastante en profundidad como para determinar si son por envenenamiento?”, pregunta.
Schauben explica que las asociaciones internacionales de toxicólogos clínicos se reúnen cada año para comparar protocolos y resultados en pacientes, pero que el recuento exhaustivo de las víctimas nacionales e internacionales por envenenamiento es algo nuevo y que, además, muchas de ellas nunca llegan a un hospital o a un centro de control de venenos. “Es la primera vez que he visto las tasas de mortalidad”, cuenta. “Los centros especializados en venenos solo conocen los casos de los que se les informa”.
Un repaso anual
El estudio Carga mundial de morbilidad se publica, entre otras cosas, para ofrecer una visión panorámica de la salud mundial, regional y nacional, y monitorizar los avances o retrocesos país por país, población por población. El proyecto, que incluye a más de 1.000 científicos de 106 países, comenzó en la década de 1990 en el Banco Mundial y la OMS, y ahora lo dirigen científicos académicos independientes, financiados principalmente por la Fundación Bill y Melinda Gates.
El nuevo artículo de The Lancet pretende ser la primera de una serie de actualizaciones anuales sobre mortalidad, discapacidad y factores de riesgo (como el abuso del alcohol, la contaminación atmosférica o la falta de actividad física), y constituir el equivalente sanitario de los principales indicadores económicos. Allí donde escasean los datos sobre las causas de muerte, el equipo de “Carga mundial de morbilidad” llena los huecos lo mejor que puede mediante el modelaje estadístico. Así las cosas, los hallazgos son provisionales: son la mejor prueba disponible, pero no la última palabra. No obstante, las tendencias generales dan a entender que todavía no se presta suficiente atención a la prevención de accidentes como un problema de salud mundial.
Carreteras
La mayor categoría de accidentes mortales son los que se producen en carretera. Según las cifras del estudio, en 1990 eran la décima causa de muerte a escala mundial, pero en 2013 ya estaban en quinta posición, por delante de la malaria, la diabetes, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, la cirrosis o cualquier tipo de cáncer. Esto se debe en parte a los progresos ante dichas enfermedades, pero también a que, con el aumento de los salarios en todo el mundo, hay más gente que compra —y estrella— motos y coches.
Las investigaciones sobre prevención de accidentes de tráfico muestran que la acción colectiva es tan relevante como los esfuerzos individuales. Los cascos, los cinturones y los conductores sobrios son importantes, pero también lo son los vehículos seguros, una aplicación coherente de la ley y unas infraestructuras fiables. En juego están las vidas de las más de 1,4 millones de personas que mueren cada año en la carretera.
El Banco Mundial ha convertido la reducción de estas muertes en una de sus principales prioridades de inversión, y Michael Bloomberg es el filántropo líder en la prevención de accidentes a escala mundial, de la misma manera que Bill Gates lo es para las vacunas de los niños. Sin embargo, nadie controla la ayuda monetaria destinada a evitar los accidentes de tráfico, aun cuando provocan el 6,36% de las muertes en el mundo.
Si los responsables de la salud quieren ponerse al día con la prevención de accidentes, los hallazgos de este estudio pueden ayudarles a comprender por dónde y cómo empezar. “Ahora que alguien ha hecho el trabajo y reconocemos que existe una diferencia de la que quizá no nos habíamos percatado antes, podemos ponernos a trabajar y preguntarnos por qué”, concluye Schauben.
Jeremy N. Smith es autor de Epic Measures: One Doctor. Seven Billion Patients[Medidas épicas. Un médico. Siete mil millones de pacientes].
Traducción de News Clips.
© 2015 New York Times News Service
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