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ALBERT COINES:
El impacto del accidente en quienes lo sufren
Miércoles, 13 Mayo 2015
Nadie puede imaginarse lo que se siente una vez el accidente de tráfico ha sucedido y te ha producido secuelas irreversibles de por vida. Los propios testimonios pueden dar la versión más real.
Albert Coines ha sido, es y estoy seguro que seguirá siendo un luchador por la seguridad vial, partiendo de sus aportaciones en todos los ámbitos de la educación vial. Sé de su sensibilidad y le pedí una reflexión sincera para nuestro Blog. Me ha emocionado. No he tocado ni una coma.
“En aquel preciso instante la vida cambió. En un abrir y cerrar de ojos se descubre un mundo totalmente diferente. Todo lo conocido hasta el momento nunca más será igual....
Ese temido despertar se produce a diario en la vida de cientos de personas a lo largo y ancho del planeta. Trayectorias vitales de jóvenes y mayores que se interrumpen, sesgadas, por culpa de accidentes de tráfico. Individuos, familias y círculos inmediatos golpeados con brutalidad por una realidad conocida, la cual siempre había sido preferible ignorar con aquel convencimiento interpretado en palabras tales como “a mi no me pasará”.
Personas que descubren atónitas que esa convicción no es garantía de nada. Tras el accidente, en el hospital, al recibir la demoledora noticia de que se han producido lesiones irreversibles con las que se tendrá que convivir de forma permanente, comienza el duro camino de la adaptación a un medio nuevo.Ese estadio se materializa en una lucha diaria para conseguir un encaje en la sociedad,lastrado porunas limitaciones que imposibilitan continuar dentro de los cánones admitidos en el concepto de la normalidad.
Esos temidos espectros adoptan la forma de lesiones medulares, craneoencefálicas y amputaciones, por citar algunas de las más conocidas.
A partir de ese preciso instante ya nada será igual.
Es lastimoso pensar que en la gran mayoría de los casos esos accidentes podrían haberse evitado con la adopción de unas simples precauciones.
Ya no hay marcha atrás. Sólo queda normalizar, reajustar y abrir los ojos al nuevo entorno. Inclusión. Realidades que han de pasar a formar parte de la cotidianidad de una sociedad cada vez más diversa y que tiene que adoptar la amplitud de miras como norma básica para dar cabida a todos sus integrantes.
Y sobre todo, actuación. Actuar en prevención para intentar evitar que esas situaciones se vuelvan a repetir.
Es conocido que a finales de los años ochenta y a principios de los noventa del siglo pasado la siniestralidad viaria alcanzó cotas muy preocupantes y que lo hizo en especial entre la población más joven. Esa sangría incesable en vías urbanas y carreteras conllevó que tras las cifras de muertos y heridos irrumpiese la realidad poco contemplada de las personas afectas por grandes limitaciones derivadas de los accidentes de tráfico. Se trata del drama humano que se esconde tras la frialdad de las estadísticas.
Las instituciones públicas y la sociedad civil trataban con limitaciones evidentes de poner freno a aquella epidemia que asolaba en particular a los más inexpertos. El problema tenía consecuencias múltiples y dramáticas en lo moral, lo económico y lo social.
Acercar a los jóvenes a la realidad de las secuelas producidas por un accidente de tráfico podía ser de ayuda. ¿Cómo hacerlo?
La respuesta se encontraba en la información, la educación y la prevención. Empezaron a realizarse campañas de concienciación en escuelas y institutos, universidades y centros cívicos en las cuales un o una joven que había padecido un accidente y que convivía con lesiones irreversibles exponía cómo prevenir accidentes de tráfico y, entre otras cosas, abogaba por el uso de las medidas de seguridad activas y pasivas.
Los asistentes escuchaban boquiabiertos las explicaciones de los ponentes. Se abrían debates acalorados en lo relativo al consumo de drogas y alcohol, el uso del casco y del cinturón de seguridad. Se advertía así de una amenaza real al tiempo que se daba a conocer la existencia y la problemática de las personas con discapacidad.Los efectos colaterales de las exposiciones eran múltiples y positivos. Uno de los más importantes era que ayudaba en la reinserción moral, social y laboral de los lesionados.
Fuimos varios los que tuvimos la suerte de formar parte de aquel proyecto innovador.
La satisfacción que se produce al pensar que la divulgación de una experiencia personal puede evitar que un igual sufra una lesión irreversible a consecuencia de un accidente es inconmensurable.
El monstruo de los accidentes de tráfico continua presente. Ante él no da lugar el bajar la guardia . Por fortuna, el trabajo continua. Muchos han recogido el testigo y siguen aportando su granito de arena para reducir las tragedias humanas que se ocultan tras la accidentabilidad.
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