Un modelo de educación alternativa
La experiencia del aula Montessori
POR: FRIDA CAROLINA CIPRÉS
Algunas veces descalzos, menores de diferentes edades y grados conviviendo en una misma aula, llamando a sus guías por su nombre de pila; la participación de los maestros más como espectadores que como autoridad, niños trabajando lo mismo reclinados sobre un tapete que sentados en su mesa o alrededor de algún material en un patio o jardín. Todo lo anterior podría parecer una visión chocante para muchos, pero es la sustancia de la educación Montessori: los niños tratados como individuos ejerciendo su libertad de aprender dentro de límites preestablecidos en un ambiente propicio para ello.
Más de cien años nos separan del establecimiento de la primera Casa de los Niños, fundada por una mujer que sorteó todos los obstáculos de una época poco abierta a la participación femenina en el ámbito social.
María Montessori nació en 1870, en una provincia de Ancona, Italia. Una mujer adelantada para la época en que vivió. Venció la oposición de su padre para asistir a la Universidad de Roma, en la Escuela de Medicina y en 1896 se convirtió en la primera médica de Italia. Asimismo, formó parte de la Clínica Psiquiátrica Universitaria de Roma. Después, estudió antropología e hizo un doctorado en filosofía, mientras asistía a un curso de psicología experimental.
Preocupada y ocupada por las deterioradas condiciones sociales de la mujeres a finales del siglo XIX, participó en dos congresos internacionales: en Berlín en 1896, y en Inglaterra en 1900. Abogó por mejorar las condiciones de los desprotegidos, sobre todo de las mujeres y los niños, enfatizando las repercusiones que sus condiciones de vida tienen en la sociedad en su conjunto. En 1898, habló sobre la importancia de la educación de los a niños que presentan deficiencias mentales durante un Congreso en Turín.
Durante su estancia, María observó cómo los niños considerados mentalmente perturbados o «ineducables» jugaban con migajas de comida porque no había ningún objeto más en el cuarto donde se encontraban. Vio que no se las comían, sino que las desplazaban, y en ese momento fue cuando descubrió que lo que les hacía falta eran objetos para manejar. Los infantes tenían necesidad de tocar objetos, cosas reales, para poder cultivar su inteligencia.
Decidida a dedicarse a los niños el resto de su vida, desarrolló su propia pedagogía científica: partiendo de la observación y del método científico elaboraba sus materiales y filosofía. Al mejorar la situación socioeconómica en Italia, se construyeron grandes conjuntos de viviendas multifamiliares. La educación formal en la Italia de entonces iniciaba a partir de los seis años, por lo que los niños menores de esa edad representaban un problema al quedarse solos en esos nuevos barrios.
El Ministro de Educación le pidió a María Montessori que tratara a estos niños. Por ello, en 1907 se inauguró la primera Casa de Niños en San Lorenzo, Roma. La primera fase del proyecto incluyó la creación del área de «Vida Práctica» (higiene y modales), la cual buscaba devolverle al niño la dignidad.
Los niños no aceptaban los premios y castigos, sino que obtenían satisfacción al realizar su trabajo solos. De a poco los niños rebeldes comenzaron a normalizarse, después de un tiempo se convirtieron en seres amables, respetuosos, que estaban interesados en aprender. En vez de imponerles reglas, María liberó su espíritu creativo y de convivencia social.
Siguiendo con el modelo, los niños aprendieron a leer y escribir a los cuatro y cinco años, lo cual dejó sin palabras al mundo entero: ¿cómo era posible que los hijos de obreros y peones se mostraran más avanzados que sus coetáneos de las clases privilegiadas? De esta manera, San Lorenzo dejó de cuidar niños problemáticos para convertirse en un centro de investigación donde el niño se desarrollaba con dignidad, libertad e independencia.
En 1909, se realizó el Primer Curso de Guías Montessori. En 1912, Alexander Graham Bell y su hija abrieron la primera Casa de los Niños en Estados Unidos, invitando a Montessori a trabajar en ella. Fue una época de gran auge, durante la cual se formó la American Montessori Association encabezada por Graham y Margaret Wilson. En el año 1915 se llevó a cabo la Conferencia Internacional en Roma.
Pero en 1926, se fundó la Real Escuela del Método Montessori con el apoyo de Mussolini. Así fue como empezaron a surgir más escuelas Montessori en el resto de Europa incluida Alemania. Más tarde, Montessori renunció a seguir recibiendo la ayuda de Mussolini, al descubrir que éste buscaba únicamente adoctrinar a los niños para sus fines bélicos. Después de esto, Mussolini mandó cerrar todas las escuelas Montessori, igual que Hitler hizo en Alemania.
María se refugió en Barcelona y en 1929 funda la Asociación Montessori Internacional (AMI), convirtiéndose en la encargada de salvaguardar su legado. Al inicio de la Guerra Civil Española sale de Barcelona en 1936, trasladándose a Holanda junto con la sede de AMI y después a la India, invitada por la Sociedad Teosófica de la India, donde mantuvo contacto epistolar con Gandhi y con Rabindranath Tagore.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, María regresa a Holanda y recomienza la difusión de sus ideales. Es entonces cuando el movimiento se inicia a nivel internacional. Se abren más escuelas Montessori, y María es propuesta en tres ocasiones para recibir el Premio Nobel de la Paz.
Al cuestionarse sobre el futuro de la humanidad después de tres guerras, María Montessori señaló que “la salvación se encuentra en el niño”. Finalmente, murió en Holanda el seis de mayo de 1952, en su tumba hecha de mármol italiano y decorada con corales de la India, se lee la siguiente inscripción: “Ruego a los niños todopoderosos se unan a mí para lograr la paz del hombre y la paz del mundo”.
¿MÉTODO O FILOSOFÍA?
María Montessori describió el desarrollo del niño como la adquisición progresiva de nuevas formas de independencia. Cada aspecto del desarrollo natural del niño, desde que éste nace, son en sí conquistas de independencia que van siendo guiadas por las potencialidades interiores del infante, las cuales deben ser ayudadas por el medio ambiente, que a veces coarta o impide este proceso, en lugar de estimularlo y ayudarlo.
Estos procesos hacia la independencia del niño están ligados a su maduración fisiológica (funciones de maduración neurológica que ya vienen determinadas por cuestiones genéticas o congénitas) pero muchos otros, los más, están ligados a oportunidades que el ambiente le brinda para desarrollar en forma espontánea esas potencialidades interiores.
El medio ambiente puede modificar -ayudando o entorpeciendo- estos procesos internos, pero no los puede crear. Por tanto, la función del adulto es ayudar al niño a desenvolverse en un ambiente donde su desarrollo no se vea entorpecido, además de alentar su proceso de independización, es decir, dejar que el niño realice por sí solo actividades que sí puede hacer, a pesar de que a juicio del adulto no las pueda llevar a cabo.
El niño sólo puede desarrollarse por medio del trabajo, es decir, de experiencias directas con su ambiente, adquiriendo así nuevas habilidades y capacidades, que sólo pueden aflorar cuando el ambiente, adulto incluido, le brindan al niño libertad de acción y movimiento, de tal forma que el menor aumente su independencia, la cual no es estática, sino que es un logro continuo y permanente en la vida.
Un factor muy importante en la conquista de la independencia del niño es que éste desarrolle su capacidad de elección. El dejar que un niño desarrolle esta libre elección, dentro de un ambiente preparado, es muy importante en la conquista de su independencia porque lleva el mensaje subyacente de que su persona, su opinión y sus necesidades son importantes, en lugar de dejar al niño en un estado de completa dependencia del adulto, al tomar decisiones por él, lo cual no le ayuda en lo absoluto, sino que lo confunde y lo mantiene en un estado de sumisión. La libre elección conduce al niño hacia la conquista de su independencia y ésta lo lleva gradualmente a la libertad.
En un ambiente Montessori, una de las funciones de la guía (que debe ser la misma de los papás en casa) es la de acompañar al niño en este proceso de volverse independiente, proveyéndolo de un ambiente preparado y estructurado que responda a sus necesidades de desarrollo, en otras palabras: “Ayúdame a hacerlo por mí mismo”.
A través de la libertad que un ambiente Montessori le brinda, el niño tiene la oportunidad de reflexionar sobre sus propios actos, al tiempo que determina las consecuencias que estos tuvieron tanto para él como para los demás; ponerse a prueba a sí mismo, investigar qué acciones le proporcionan una sensación de realización o de insatisfacción, así como descubrir sus potencialidades, capacidades y defectos, es decir, llegar a un autoconocimiento. A través de estos procesos de reflexión, el niño irá asumiendo poco a poco la responsabilidad de sus acciones.
AMBIENTE PREPARADO Y EL/LA GUÍA
En la terminología Montessori, el aula es llamada «ambiente» y no sólo se refiere al espacio físico, sino también a los contenidos del mismo, diversos materiales que, en lo que respecta a la geometría y las matemáticas, prácticamente no han sufrido cambios desde que los diseñó la doctora hace mas de cien años. Los materiales de las ciencias naturales y sociales sólo se han adecuado a los nuevos conocimientos y al entorno local de cada escuela, además de los materiales de «vida práctica» que no sólo contribuyen a la socialización, gracia y cortesía, sino que juegan un papel importante al integrar el movimiento, la coordinación y el orden mental de los procesos.
El ambiente debe favorecer el ejercicio de la libertad a través de la libre elección y de un trabajo constructivo. Hay límites en el ambiente para que la libertad sea constructiva para el individuo, así como para toda la comunidad. Los límites dan seguridad al actuar.
Así como en el cosmos hay una estructura y un orden lógicos, el ambiente también debe reflejar esta característica. Por otra parte, en el ambiente cada cosa tiene un lugar y este orden le brinda al niño un marco de referencia para actuar y moverse.
En el ambiente se debe hacer evidente la realidad en los materiales, en las relaciones, en las acciones, pues éste es una comunidad y debe funcionar como tal. Sólo hay un ejemplar de los materiales de desarrollo, los niños tienen que aprender a esperar su turno y a respetar el trabajo de los demás, como habitualmente sucede en la vida cotidiana. Con el sentido de realidad, el niño no se evade tan fácilmente al mundo de la fantasía, ya que desarrolla elaboraciones mentales de imaginación y creatividad.
Un medio ambiente natural para el niño es aquel donde todo es adecuado a su edad: los muebles, utensilios, jarras, vasos, platos, floreros, todos son reales, no hay «de mentiritas»; así, muchos de los obstáculos potenciales para su desarrollo son eliminados. Es importante sentir un clima estimulante y cálido en el ambiente que llame a los niños al trabajo, a la concentración, que invite a respuestas positivas; un ambiente bello, limpio, simple, luminoso.
El material de un ambiente Montessori no es didáctico, sino más bien de desarrollo, pues lleva al niño a su autoconstrucción. Todos y cada uno de los materiales tienen un propósito inteligente, la tarea del niño consiste en descubrir de manera personal la idea o concepto que tendrá dicho material, ya que al hacerlo el menor llegará a sentirse atraído hacia ese material y repetirá el ejercicio cuantas veces sean necesarias para que su mente absorbente encarne por completo el concepto que lleva implícito dicho material.
Los materiales van progresando de unos sencillos en su diseño y uso, a otros más complejos. Además, prepararán al niño de manera indirecta para un futuro aprendizaje, yendo de la expresión de una idea concreta a otras más abstractas. Hay un control de error implícito en cada material, mediante el cual el niño se da cuenta de cuándo está equivocado. Así, el infante usa su inteligencia para corregir sus propios errores a través de la repetición, llegando a la exactitud.
A través del trabajo y la actividad dentro del ambiente, los niños van haciéndose responsables de sí mismos y, en un nivel más elevado de conciencia, empiezan a sentirse también responsables de los demás y de su ambiente, de manera natural y espontánea. Esto se refuerza con las actividades que se realizan de manera grupal, como los círculos, el refrigerio, la música, o la jardinería, mediante las cuales los niños adquieren un sentido de identidad y pertenencia comunitarias.
Un guía es una persona que no irá adelante o detrás del niño mientras éste avanza, sino que lo acompañará mostrándole el camino y permitiéndole avanzar a su paso. En su libro El niño, el secreto de la infancia, María Montessori habla de la persona que ha de estar en ese ambiente preparado acompañando a los niños: el guía, quien debe, antes que nada, prepararse espiritualmente y tener un profundo conocimiento de sí mismo.
Para llevar a cabo esta preparación espiritual, el guía debe saber ser dueño de sus emociones y tratar de desterrar de su espíritu la cólera y el orgullo, ya que estos son sentimientos destructivos. Asimismo, debe trabajar a cada momento en la construcción de sí mismo, procurando ser mejor cada día en el servicio a los demás y en el servicio a sí mismo.
El guía debe ser un vínculo entre las potencialidades y sensibilidades de cada niño, así como con los satisfactores de éstas, y para lograrlo debe saber escuchar, observar, ser receptivo y estar atento, no interrumpir ni obstaculizar el trabajo del niño, tener un conocimiento profundo del material, de sus propósitos, conocer los fundamentos de la filosofía de vida propuesta por la doctora Montessori y conocer aspectos del desarrollo del niño (físico, fisiológico y psicológico).
El menor ya trae consigo una guía interna que lo lleva a autoconstruirse, por lo tanto, la ayuda del adulto en el ambiente es sólo para ayudarlo a que actúe por sí mismo. De esta manera, el ambiente inteligentemente preparado y los impulsos naturales de cada niño cumplirán con su papel.
El guía debe vincular el medio ambiente preparado con el mundo real que existe fuera del ambiente, de manera que exista una congruencia y sentido de ser entre las dos partes. Para cumplir esta función, el guía debe transmitir al niño el amor que siente por la vida, por el conocimiento, la cultura, la historia, la naturaleza, las tradiciones de su comunidad, etcétera, ya que esto constituye un estímulo en su desarrollo intelectual, al tiempo que le da un sentido de identidad.
Montessori es una filosofía, es una forma de vivir, convivir, aprender, el método viene implícito cuando en el ambiente preparado el guía recibe al niño brindándole una aceptación incondicional y un respeto por su propio proceso de desarrollo.
Los principios de la filosofía Montessori están vigentes hoy más que nunca. La socialización real y no la «virtual», el respeto al individuo y el compromiso con la comunidad, deben ser los referentes de una sociedad sana y moderna. Es ahora cuando la tecnología nos rebasa, que la premisa montessoriana “la mano es el instrumento de la inteligencia” nos hace ver la importancia que tiene el promover en el niño la manipulación de su entorno y la exploración de su espacio vital, ya que de esta manera, a partir del trabajo que realiza con sus manos, el niño se construye a sí mismo.
Los recientes programas educativos de las instituciones oficiales como la «educación por competencias», incluyen muchos planteamientos que Montessori ha enarbolado a lo largo de más de cien años; propuestas enfocadas hacia el desarrollo integral del individuo, sus valores, capacidades y actitudes, más allá de los conocimientos que pudiera adquirir. Educar para enfrentarse a la realidad o, como diría María Montessori: “Educar para la vida”.
Sí. Los niños Montessori hacen lo que quieren, pero quieren más lo que hacen. Y lo que hacen es aprender a ser valiosos, incluyentes, tolerantes, autosuficientes y proactivos.
TAMBIÉN EL GABO
“El consuelo fue que en Cataca habían abierto por esos años la escuela montessoriana, cuyas maestras estimulaban los cinco sentidos mediante ejercicios prácticos y enseñaban a cantar. Con el talento y la belleza de la directora Rosa Elena Fergusson estudiar era algo tan maravilloso como jugar a estar vivos. Aprendí a apreciar el olfato, cuyo poder de evocaciones nostálgicas es arrasador. El paladar, que afiné hasta el punto de que he probado bebidas que saben a ventana, panes viejos que saben a baúl, infusiones que saben a misa. En teoría es difícil entender estos placeres subjetivos, pero quienes los hayan vivido los comprenderán de inmediato.
No creo que haya método mejor que el montessoriano para sensibilizar a los niños en las bellezas del mundo y para despertarles la curiosidad por los secretos de la vida. Se le ha reprochado que fomenta el sentido de independencia y el individualismo -y tal vez en mi caso fuera cierto-.
Me costó mucho aprender a leer. No me parecía lógico que la letra m se llamara eme, y sin embargo con la vocal siguiente no se dijera emea sino ma. Me era imposible leer así. Por fin, cuando llegué al Montessori la maestra no me enseñó los nombres sino los sonidos de las consonantes. Así pude leer el primer libro que encontré en un arcón polvoriento del depósito de la casa. Estaba descosido e incompleto, pero me absorbió de un modo tan intenso que el novio de Sara soltó al pasar una premonición aterradora: ‘¡Carajo!, este niño va a ser escritor’...”.
Fragmento de Vivir para contarla. Gabriel García Márquez.
MONTESSORI NO ES UNA COMIDA ITALIANA
“Se suman a otros muchos pequeños milagros que Montessori nos regala todos los días como el que civilizadamente se organicen para tomar su refrigerio, compartiendo mesa y conversación; como convivir en el aula con niños de diferentes edades; como el saber mover una silla sin hacer ruido; como el ayudarle con un material a su compañero más pequeño; como compartir el ambiente con compañeros con necesidades especiales; como poder trabajar descalzos en el salón; como tener la paciencia para esperar a que el compañero termine de usar el material que necesitan; como poder salir al patio a trabajar; como saber escuchar; como asistir con gusto al colegio; como el ser felices.
Ser felices. Ése es el argumento de peso a favor de Montessori. ¿Qué buscamos sino la felicidad de nuestros hijos?
Montessori va más allá de los años escolares. La preparación para la vida que brinda fomentando valores como la tolerancia y el compromiso con la comunidad, la autodisciplina y el espíritu de cooperación nutren necesariamente vidas adultas más plenas.
Ahora sé que Montessori no es una rara enfermedad, ni una secta fanática, ni una marca de sopa o una comida italiana, pero ciertamente descubrí que sí es alimento, alimento para la mente y el espíritu. Además es alimento aderezado con amor.
Hemos visto crecer y florecer a nuestros hijos con valores y conocimientos bien plantados en la tierra, pero con alas de libertad para explorar más allá del horizonte.
Se han preparado para dar todas sus luchas por amor, que es lo que hizo María Montessori. Amor a Dios, amor al prójimo, amor al trabajo, amor a la justicia, amor a la libertad, amor a la paz.
Saben que ninguna batalla merece ser ganada por odio, por rencor o por envidia y que todas las luchas deben ser por amor, siempre por amor.
Serán como son con todas sus cualidades y defectos pero sobre todo serán Montessori y serán felices”.
Fragmento de Montessori no es una comida italiana. Reflexiones de un papá Montessori. LRV.
OTROS RECONOCIDOS MONTESSORIANOS
Famosos empresarios, escritores, artistas y científicos atribuyen a la educación Montessori su espíritu libre y emprendedor. Entre ellos están Sergey Brin y Larry Page, fundadores de Google, quienes al ser entrevistados en 2004, como dos de las personalidades más fascinantes de ese año, destacaron que gran parte de su éxito lo debían a su pasado en las aulas Montessori, donde aprendieron a ser autodidactas, con iniciativa propia y a pensar por sí mismos, lo cual les dio libertad para seguir sus propios intereses.
Otros montessorianos fueron:
• Gabriel García Márquez, escritor ganador del Premio Nobel de Literatura 1982.
• Jeffrey P. Bezos, creador de Amazon.
• Jimmy Wales, fundador de Wikipedia.
• Jacqueline Kennedy Onassis, editora y ex-Primera Dama de Estados Unidos.
• Katharine Graham, dueña y editora del Washington Post.
• Anne Frank, autora del famoso diario sobre la Segunda Guerra Mundial.
• Peter F. Drucker, Management Guru.
• Julia Child, chef famosa, autora de numerosos libros de cocina.
Correo-e: fridacj@hotmail.com
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